En Negro En La Negrura
Beatriz Zamora, expone en el Museo de la Cancillería
Aquel o aquella artista que logra crear nuevas atmósferas, ambientes, texturas y hasta visiones distintas de un espacio, se puede decir, que ha logrado alcanzar lo excelso, lo sublime, lo nuevo, algo casi tangible. Eso se logra sólo al paso de los años, de caminar de nuevo por el mismo sendero y regresar, no sin antes experimentar otros caminos, otras veredas dentro del mismo bosque, de la misma temática del artista.
Este parece ser el logro de la artista plástica mexicana, Beatriz Zamora, quien, quizá sin darse cuenta todavía, ha logrado la simbiosis dentro de la temática del color negro, hora con más luz de la que sólo ella ha visto a los largo de los años durante la elaboración de sus más 3 mil cuadros.
En esta reciente exposición presentada en el museo de la Cancillería, bajo el título El Negro En La Negrura, la cual estará hasta el 27 de septiembre de este 2013, Zamora nos presenta un universo con mucha más luz que en sus exposiciones anteriores, según mi óptica.
En pequeños y medianos formatos, nuestra artista plástica, señala que llega a esta economía de material - por no lograr trabajar en cuadros de gran formato, lo cual implica más material como recursos para su traslado durante las exhibiciones, además del almacenaje - por laborar en su céntrico y comodo departamento en la Ciudad de México, allá por los rumbos del Angel de la Independencia.
Por el momento no hay espacio para obra mayor en un departamento menor.
En esta condición del habitad, del manejo de espacio más reducido, más cercano a la misma convivencia cotidiana, y lejos de los grandes talleres fríos y solitarios, quizá sin propónerselo, la orilló a encontrar un formato mediano y pequeño, donde sus grandes constelaciones y orígenes del universo o sus diversos universos, están más a la mano del espectador.
Su calidez, su cercanía, nuevas texturas, atraen al visitante como un imán y quien se maravilla al estar cerca de esos espacios que sólo en las grandes alturas de la atmósfera se observan, o en el cine y también, en sueños.
Por el momento no hay espacio para obra mayor en un departamento menor.
En esta condición del habitad, del manejo de espacio más reducido, más cercano a la misma convivencia cotidiana, y lejos de los grandes talleres fríos y solitarios, quizá sin propónerselo, la orilló a encontrar un formato mediano y pequeño, donde sus grandes constelaciones y orígenes del universo o sus diversos universos, están más a la mano del espectador.
Su calidez, su cercanía, nuevas texturas, atraen al visitante como un imán y quien se maravilla al estar cerca de esos espacios que sólo en las grandes alturas de la atmósfera se observan, o en el cine y también, en sueños.
A diferencia de otras presentaciones, con la misma temática, sí con formatos mayores y muy interesantes, está encuentra su propia particularidad, cada obra habla por sí sola, y en conjunto dialogan unas con otras, tanto las pequeñas como los de mediano formato, encuetran cobijo en un mismo universo, y se deja sentir el ADN que Beatriz Zamora le imprime a cada una de las obras.
El haber logrado captar más luz y dar forma a otros paisajes espaciales y quizá celestiales, en medio de La Negrura, es otro paso de nuestra artista.
En otras épocas, se intentó ligar a la pintura con la poesía y la literatura, lo cual dio como resultado
interesantes movimiento en el arte, que tuvieron repercusión mundial con algunos tintes en nuestro país.
Hoy si un poeta ligara la plasticidad, el color, el olor, el movimiento interno y la emanación natural de luz de los muchos elementos naturales y materiales minerales, estamos seguros que una oda en otra dimensión surgiría, o como en la música, también, una sinfonía ilustraría nuestros oidos por muchos tiempo.
La Negrura proviene de la misma veta
Otro de los valiosos elementos importantes en la obra de Zamora, en el lento tejido de la creación y comoposición, es la utilización de materiales naturales, sean éstos de origen vegetal o mineral, incluso nos informaron que en relación a las piezas elaboradas con obsidiana, éstas son todavía extraídas de la misma veta en que trabajaron nuestros antiguos artistas prehispánicos, mina y veta ubicada en el Estado de Hidalgo.
Ello nos habla de continuar una linea ancestral en el oficio artístico, sin incursionar en nuevos y contaminantres materiales que se encuentran en otras obras.
En negro es la luz y el ojo del universo, de ahí provenimos
En este largo tejido de cosmos, este hilar de atmósferas, estos atomizados universos, Beatriz Zamora nos sigue enviando mensajes de espacios en movimiento, llenos de luz y esperanza de que puede haber otra forma de ver la vida, aquí en la tierra.
En la gráfica, (al centro), Beatriz Zamora, artista plástica, (izquierda) Laura González Matute, historiadora de arte, ( derecha ) Beatriz Ezban, pintora.
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Como un artículo adicional, para todas aquellas personas que se acaban de sintonizar con este tema y para que conozcan un poco más de esta artista plástica, anexo el siguiente texto del crítico de arte, Luis Carlos Emerich en el 2004.
El Negro
La primera obra totalmente
negra de Beatriz Zamora formó parte de su exposición titulada La tierra (1977),
con la cual abandonó la figuración fantástica para ir más allá de las maneras
en que lo esencial se manifiesta en los seres y las cosas. Esto no sólo implicó
la exclusión de la imagen, sino también la de los pinceles y los pigmentos,
para asumir el arte como una acción corporal y la obra como un objeto en
transformación continua mediante procesos químicos controlados para generar
concentraciones y expansiones de la materia como si ésta tuviera voluntad
propia. El carbón vegetal o mineral, el negro de humo, los óxidos metálicos y
otros materiales negros en combinación con aglutinantes cuyos distintos puntos
y densidades de fraguado abrirían múltiples posibilidades de generación de
formas y texturas, constituirían desde entonces el ser (la materia absoluta) de
toda su obra.
Esto podría llamarse
abstracción matérica o informalismo, si no constituyera el corpus testimonial
de una profesión de fe que, por más de tres décadas y más de 2500 obras negras,
ha buscado demostrar, a pequeña escala física y gran carga metafísica, que las
mismas fuerzas que constituyen y rigen al universo actúan sobre lo humano. Ante
los referentes internacionales que suelen citarse para identificar su familia
de sensibilidades, es decir, ante pintores que culminaron sus obras al utilizar
exclusivamente pigmentos negros, como Kasimir Malevich, Ad Reinhardt o Mark
Rothko, la obra de Zamora resultaría antitética, desde que no es propiamente
pictórica ni su intención consiste en negar el ilusionismo. Su búsqueda de la
plasticidad de materiales negros sobre superficies planas no se debe al rechazo
de la luz‑color, sino a la reducción de la obra a sus elementos esenciales, en
que el negro metaforiza la materia universal absoluta, contra los clichés del
negro como ausencia y el blanco como plenitud. La conjugación significativa de
la materia y el espíritu, de la acción y la devoción, de lo finito y lo
infinito, de lo relativo y lo absoluto, es una aspiración mística de Beatriz
Zamora, una especie de performance vital cuya definición mejor sería poética.
Luis Carlos Emerich
11 de agosto de 2004
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