El Chapo y el Mito
Por Juan Carlos Bautista Rojo
De la sección:
Comentarios coyunturales
Coyoacán.-
Todas las historias, hasta la más inverosímil sobre la captura de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, son creíbles. Son parte de esa reconstrucción cíclica permanente sobre el mito, pero no cualquier mito, sino aquel que se remonta al rito mexicano que encuentra sus más cercanos antecedentes en la sociedad prehispánica, desde entonces, estamos “alerta”, sobre el asunto público, con una tendencia al morbo, a lo que está fuera de la ley o de la realidad.
Coyoacán.-
Todas las historias, hasta la más inverosímil sobre la captura de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, son creíbles. Son parte de esa reconstrucción cíclica permanente sobre el mito, pero no cualquier mito, sino aquel que se remonta al rito mexicano que encuentra sus más cercanos antecedentes en la sociedad prehispánica, desde entonces, estamos “alerta”, sobre el asunto público, con una tendencia al morbo, a lo que está fuera de la ley o de la realidad.
El mito es una especie de ADN que llevan los mexicanos muy adentro, es genético, social y cultural. El mito en nuestro país, pese a todo pronóstico científico, es hereditario. Lo real lo convertimos en irreal. Lo creíble, le agregamos un alto grado de fantasía. Le sumamos datos inverocímiles. La historia de ese tema, la alargamos más, para que dure en nuestro acontecer, para que se pueda comentar, no importa la clase social o preparación del ciudadano de quien se trate.
Por esa falta de memoria, por estar más en lo inmediato, el villano se torna en una persona noble, buena, en colaborador de los pobres o de los que menos tienen, hasta llegar a ser incluso, en muy poco tiempo, un especie de héroe.
Y esa regla, la fortuna –aparte de la registrada en Forbes- la cumple en demasía el Chapo. Bastaron tres días, para que desde su detención- espectacular porque no se tiró ni una bala, ni le encontraron armas o drogas, al contrario, hubo una silla de ruedas, un cunero y un chaleco antibalas- de hombre malo pasó a ser víctima de un sistema.
Pero volvamos al mito. Quizá una primera condición para llegar a ser parte de un tema así, es el de destacar en alguna actividad ilegal, haber salvado la vida en varias ocasiones y, después de una trayectoria delictiva, amasar fama y fortuna -donde van de la mano mujeres y fiestas- caer preso, o sea, caer en desgracia, ser sometido y encarcelado, pero después, fraguar una escape de película, lo que significa que cumplió cabalmente con todos los requisitos.
El Chapo entra en el imaginario colectivo, por estar entre los buenos y los malos, entre policías y ladrones, entre banqueros y rateros, entre ricos y pobres, pero fundamentalmente porque ese ente, ese hombre, está enfrentando a la vida, a la muerte, a la autoridad; los burla y los somete, les quita alfiles, peones y hasta Reinas, y eso lo convierte en un personaje distinguido.
Si a eso le sumamos que su nombre, así como esta en Forbes, fue identificado como el narco más buscado por la Interpol y las agencias de seguridad norteamericanas y mexicanas, o sea, de ambos gobiernos, el Chapo pasa a ser un personaje de leyenda viva.
Francisco Villa, Osama Bin Laden y Joaquín Guzmán Loera, son las tres personalidades en la historia del siglo XX y XXI que incursionaron en territorio estadunidense, realizaron negocios con empresas y gente de poder, y cometieron actividades que violentaron las leyes de ese país, hasta declararlos sus enemigos públicos número uno.
Visto así, el Chapo es parte de una leyenda viva. Durante más de una década, protegido por la autoridad, organizó una amplia red de narcotráfico, así como los túneles donde se llegó a esconder, así armó su red de complicidades.
Aquel pequeño hombre nacido en la Tuna del municipio de Baridaguato, en Sinaloa, se tornó una quimera, una ficción y parte de un mito…viviente.
La Captura del Chapo se dio porque a alguien le dejó de ser útil, lo dejaron por la libre y en este negocio, no se pueden dar el lujo de ser independientes, al menos aquí no.
Tras su detención -donde primero se dijo que estaba solo, después se sumaron sus esposa, hijas y un lugarteniente, presuntamente al que intervinieron su teléfono y por lo cual lo agarraron dormido, escondido en el baño- a las pocas horas, ya se le había compuesto un corrido y a los dos días, se presentó una manifestación popular en su apoyo.
¡Chapo hazme un hijo! ¡Si no quieren otra guerra, suelten al Chapo! ¡Lo queremos libre! Esas leyendas, frases simples o rotulos impresos en carteles, expuestos en una manifestación pública, que no esconden el rostro, son una muestra abierta de simpatía y otra, el del apoyo que un grupo social está dispuesto a dar por el que está preso, con miras a ser sentenciado en los Estados Unidos, después de pasar por el trámite mexicano.
Popular entre la tropa, en su pueblo, en su estado y a nivel internacional, el Chapo es hoy parte de un mito, de los pocos que se pueden ver de cerca en la historia. El mito aquí, se torna realidad.
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